Lo he copiado del post de Arturo Rodriguez,
Lourdes Timoteo García.- Soy una redactora corresponsal de
Eso sí, nos daban la posibilidad de hacer fotos -“¿quién coño está mandando llamar a estos si yo no quiero ninguna foto de corresponsales?”, dijo a lo lejos la persona responsable de fotografía en Madrid-, y de hacer vídeos –en algunas delegaciones han cogido alguno por vergüenza torera, pero ninguno se ha “vendido” a los clientes. Necesitaríamos equipos, formación y, sobre todo, tendríamos que tener un respaldo que no tenemos.
Hace un mes y 20 días mi vida cambió. Yo me empeñé en continuar haciendo mi trabajo como lo había hecho hasta entonces, pero ha sido muy duro. La empresa que me llamaba constantemente para mandarme a ruedas de prensa, a cubrir sucesos, imprevistos o actos de “carril” lleva un mes y 20 días en silencio.
También lo está mi correo, que recibía una media diaria de 4 ó 5 e mail “rebotados” desde
Un mes y 20 días llenos de silencio, a medias. Correos no ha cesado en su actividad. Primero me enviaron una carta certificada para que firmara un contrato de Autónomo Dependiente, una especie de “pacto de esclavitud” en el que yo me comprometía a olvidar que llevo 14 años trabajando con un sueldo fijo mensual -1.500 euros, en la actualidad- y me sometía a nuevas normas acordadas de forma unilateral por EFE.
No firmé y me busqué un abogado. El día que celebramos el acto de conciliación, a las 19.55 horas de la tarde me llegó otra carta invitándome a firmar un pliego de condiciones de “informador colaborador”. Me daban de plazo hasta el lunes, día 18 de mayo, y a partir de aquí, mis días como redactor corresponsal de
La única preocupación de mi actual Delegado es qué va a hacer él si se queda sin corresponsales de un día para otro, antes de que quince entusiastas de esta profesión, cada día más maldita, rellenen los huecos que dejaron en su día los corresponsales que se negaron a hacerse autónomos y los que vamos a dejar siete de los ocho –creo- corresponsales que quedamos y que hemos denunciado a la empresa para que nos reconozca como sus empleados.
Una de mis grandes preocupaciones –no es la única- es que llevo catorce años trabajando para EFE y en todo este tiempo me he sentido respetada, valorada, remunerada con dignidad y considerada como una más de la plantilla y ahora, desde hace un mes y 20 días, me siento vejada, humillada, despreciada y anulada como profesional y también como persona –en este trabajo, como en casi todos, es muy difícil deslindar lo uno de lo otro-. Soy víctima de una “matanza” en la que nadie ha distinguido entre cerdos cebones y patas negras; en la que cada paso dado está medido y premeditado y en la que el único objetivo es aniquilarnos para hacer borrón y cuenta nueva.
Es
Desde la filas del PP callan. Siempre está bien que el “trabajo sucio” se reparta. Esta vez les ha tocado a otros. Qué suerte.
Tengo los días contados y quiero decir esto antes de que me llegue la carta de despido y mi historia deje de ser actualidad. En eso estamos convirtiendo el periodismo, en un ámbito en el que lo más importante es ser el primero en contar las cosas que cuentan todos, y lo que cuentas y cómo lo cuentas queda en un segundo término. Así nos va, así va a esta hermosa profesión que amo y a la que le debo gran parte de lo que soy.
Cuento esto antes de que mis “lunes al sol” lleguen y me hagan percibir la realidad desde el otro lado y quiero contarlo no sólo para lamentarme y resarcirme en mi dolor. Lo cuento para dar las gracias a gente como Manuel Fuente, que me embarcó en este proyecto, a Arturo Larena, que ha sido mi jefe casi una década, en Extremadura y en Madrid –he aprendido mucho de tu profesionalidad; espero que tú hayas aprendido algo de la mía-; a mis compañeros de Mérida: Pablo, Momi, Carlos…, a mis compañeros de Madrid: Juan Carlos, Eduardo, Paco, Ramiro… y a todos los compis que me han acompañado a lo largo de estos años en las ciudades donde he trabajado. Dicen que esta profesión es cainita. Yo no lo comparto. Estoy rodeada de algo más que compañeros con los que he convivido y compartido grandes momentos y momentos muy duros, siempre de la mano, siempre con apoyos. Gracias a todos.
Soy una “víctima” más de las miles que se están produciendo en el periodismo de nuestro país, un sector sometido a una revolución interna que nadie sabe muy bien en qué va a acabar; pero la solución para la primera Agencia de noticias de España y una de las más importantes de Europa no es “cepillarse” sin más a una plantilla de corresponsales que la distingue y la privilegia. La esencia de EFE ha sido y, si sigue existiendo y no se la quieren cargar lo seguirá siendo, llegar a donde los demás medios no pueden llegar y hacerlo con profesionalidad, no de cualquier modo. Eso sólo lo consiguen los redactores corresponsales, que son los que tienen las fuentes y conocen el terreno que pisan.
Me llamo Lourdes Timoteo García (ltg) y soy redactora corresponsal de